Dedicado a mi abuelo Félix, ejemplo de fortaleza.
Durante varios años, un hombre se enfrentaba al espejo inmediatamente después de despertar y se decía a sí mismo: “Todas las dificultades son oportunidades para aprender a ser una mejor persona.”
Un día, llegaron sus emociones a intentar apoderarse de él. El enojo le decía: “Grítale a quien te falta el respeto.” La tristeza le decía: “Nada en esta vida vale la pena.” La euforia le decía: “Vive hoy y no pienses en mañana.” Sin embargo, el hombre solo las observaba y guardaba silencio, inmóvil ante las solicitudes de sus pasiones.
Luego llegó la escasez económica. Día a día, el hombre temía morir de hambre, pero su ingenio le permitía aprovecharse de las circunstancias y aprender para no desfallecer. Así, conseguía trabajos y se las ingeniaba para sobrevivir.
Después, el hombre tuvo mucho dolor físico por una caída que sufrió. Pasó meses volviendo a aprender a caminar y a hacer tareas que antes eran fáciles. Sin embargo, el hombre experimentó lo que era el cariño y la compasión de sus queridos, que lo acompañaron durante todo el proceso y cuidaron de él.
El hombre vivió en paz y felicidad hasta el final de sus días.
No cabe duda de que las cosas que nos decimos a nosotros mismos tienen poder: de cambiar la forma en la que percibimos la realidad, de determinar lo que nos hace felices o infelices. Día tras día, tomamos decisiones conscientes o inconscientes de cómo vamos a interpretar los eventos en nuestras vidas. No hay duda de que, en nuestros corazones, esta historia que formamos de nosotros mismos determina si somos felices o no.
Vivimos en un mundo publicitario donde los medios y las personas que nos rodean nos bombardean e intentan capturar nuestra atención. Estos medios intentan convencernos que su narrativa es verdad. Hay muchas narrativas que cuentan estas fuentes: de guerras, de los diferentes productos que harán que la vida sea mejor, de cómo una ideología es mejor que otra, cómo una determinada persona es un payaso o un mal líder; pero todas influyen sobre la narrativa o historia que nos contamos a nosotros mismos. Si no desarrollamos nuestra propia narrativa acerca de nosotros mismos, corremos el riesgo que alguien más nos la cuente. He aquí el peligro de no tener una historia o narrativa propia.
Dentro de cada uno de nosotros, existen tres diferentes tipos de narrativa que nos decimos a nosotros mismos: la de la víctima, el superhombre o el filósofo. Cada una de ellas tiene diferentes características y diferentes efectos en nosotros. Estos efectos determinan cómo interpretamos los eventos en los que participamos.
- La narrativa de víctima elige no ser responsable de su vida. Cree que ha nacido bajo ciertas circunstancias que no puede cambiar y que ve como injustas. Obliga constantemente a los demás a adaptarse a su forma de ver la vida. Tiende a enajenar a quienes se oponen a su forma de ver la vida. La víctima no se comunica bien porque espera que los demás entiendan que está discapacitada y que hagan las cosas por ella. Busca dominar a los demás a través de manipulación emocional o física y busca, inconscientemente, decepcionarse y confirmar que su vida es un fracaso porque las circunstancias en las que nació le han impedido lograr sus metas.
- La narrativa del superhombre es distinta a la de la víctima porque se considera fuerte para salvar a la víctima de las miserias. El superhombre considera que ha sido elegido para mejorar al mundo y sacarlo adelante. Solo él tiene las fuerzas para hacerlo y, por lo tanto, acrecienta su ego. Corre el riesgo de que su ego se convierta en una nube que cubre todo lo demás porque su voluntad adquiere prioridad por encima de la de los demás.
- La filosófica es la última de las tres narrativas y la superior, la que asegura que tendremos felicidad. Esta narrativa busca observar la verdad de las situaciones y, a través de prueba y error, elaborar principios básicos de comportamiento. Busca ser comprensiva consigo misma pero también se exige y se lleva a sí misma a buscar más allá de lo obvio o de lo cómodo. Esta actitud de búsqueda produce profunda satisfacción en la persona que la adopta.
La personalidad de una persona es compleja e inagotable. Un ser humano es irreducible, claro, a simples narrativas. Pero estas tres narrativas son conceptos que nos pueden ayudar a analizarnos a nosotros mismos y vivir una vida mejor orientada hacia las metas personales que tengamos. Podemos ser cada día mejores y elaborar a consciencia nuestra narrativa de vida que responde a la pregunta: ¿quiénes somos y para qué hemos venido al mundo? Al final de nuestros días, solo una persona debe y puede responder a esa pregunta: nosotros mismos.