En mi última contribución, hablé acerca de las bases para el diálogo y, concretamente, sobre el silencio y cómo es esencial para comenzar a dialogar. El silencio es la base sobre la cual se construye un diálogo. En esta contribución, hablaré acerca de la forma en la que debemos analizar ideas de nuestro interlocutor, sosteniendo un diálogo primero con nuestra propia razón, antes de responder o hablar a la persona con quien hablamos. Durante un debate, normalmente hay dos partes y ambas defienden posturas distintas. El objetivo de ambas partes es demostrar que la postura del contrincante es errónea o al menos débil. Los debates son útiles para investigar y explorar acciones divergentes o contrarias. En el campo de la política esto es sumamente útil, ya que cuando dos oponentes políticos debaten el público puede explorar las propuestas de dos candidatos antes de votar. El debate, por lo general, también posee un espíritu competitivo, donde un punto de vista debe “ganar” a otro. Sin embargo, el diálogo no es un debate, ya que en el diálogo el objetivo no es exclusivamente demostrar cuál es el mejor camino para tomar en una disyuntiva, sino el diálogo es establecer vínculos de hermandad entre dos o más partes. Aquí digo partes porque no necesariamente se trata de entablar vínculos con otra persona: puede también tratarse de establecer un vínculo más profundo con uno mismo. Por eso dice San Agustín:
Andando yo largo tiempo ocupado en muchos y diversos problemas, y tratando con empeño durante muchos días de conocerme a mí mismo, lo que debo hacer y qué he de evitar, de improviso vínome una voz, no sé si de mí mismo o de otro, desde fuera o dentro
San Agustín, Soliloquios
San Agustín habla consigo mismo, precisamente para conocerse a sí mismo y razonar qué debe hacer con su vida y cómo tomar decisiones.
Como dice San Agustín, durante el diálogo interno intentamos conocernos a nosotros mismos, lo que debemos hacer y qué evitar. Para llegar a conclusiones acerca de estos tres interrogantes, hacemos tres preguntas concretas, que nos permitirán encontrar la verdad:
- El argumento que estoy planteando, ¿es probable o se puede ser demostrada su certeza?
- La certeza del argumento demostrativo, ¿es de tipo psicológica? ¿O existe otro tipo de certeza para este argumento?
- ¿Es la demostración empírica la única posible? ¿Existe otro tipo de demostración?
El fin último del diálogo interno es buscar la verdad y determinar los valores y principios que orienten nuestro actuar en el mundo. Es por eso que debemos estar profundamente comprometidos con entablar este diálogo constantemente. Pero solo podemos actuar si creemos que estamos en posesión de la verdad. Al llegar a la verdad a través del diálogo empieza la verdadera vida ética y la vida más satisfactoria para todo ser humano: la vida interna, la vida de las profundidades del ser persona humana.