On Education I

Ever since I graduated with a degree in philosophy and meandered my way to an MBA, I’ve thought about my educational journey. Socrates’ claim that the unexamined life is not worth living is one that I took to heart and have sought to incorporate into my own life. I want to share some of the ideas I’ve discovered through this practice of self-examination.

Before coming to Babson, I was the dean of a small liberal arts college and had the opportunity to put into practice much of the ideas I’d discovered through self-examination. I thought that I had insights into what makes a good education and, being in an environment where I’m constantly exposed to people and ideas from several different continents, I find that some of those insights have universal applicability. The key idea for a successful education is to uncover the well of insatiable curiosity that many of us have somehow managed to put a lid on early in our lives. As Aristotle said:

For it is owing to their wonder that men both now begin and at first began to philosophize; they wondered originally at the obvious difficulties, then advanced little by little and stated difficulties about the greater matters, e.g. about the phenomena of the moon and those of the sun and of the stars, and about the genesis of the universe. And a man who is puzzled and wonders thinks himself ignorant […]; therefore since they philosophized order to escape from ignorance, evidently they were pursuing science in order to know, and not for any utilitarian end.

Aristotle, Metaphysics

When we look into ourselves, we’ll realize that there’s an itch to get out and know things, just for the sake of knowing them. The first habit that a well-educated person cultivates, then, is wonder.

Achieving a constant state of wonder is impossible without self-examination. But what is this precisely? Initially, self-examination might start with wondering why we do certain things. A young adult might wonder why he doesn’t like doing homework or why he loves to go hiking so much. All self-examination begins this way, by asking why, but it doesn’t stay there. In fact, it can’t, or there’s the risk of forgetting how to do it.

In one of my favorite essays, Martin Heidegger reflects on the process of thinking: “Questions are paths toward an answer. If the answer could be given it would consist in a transformation of thinking […]” This is a lesson that anybody who has tried to reflect on the self will quickly learn. Knowing why we do something is important but then we quickly realize that there are more questions that we can ask about ourselves: how do we do things? When do we do them? What are the means we use to do them? Finally, this is the most important question: understanding the true reason for our motivation and being able to ask what is the ultimate purpose of our actions.

It is here that the person who engages in self-examination will reach the paths that lead to true education, the education that leads to freedom. The path that reveals itself at this point needs special skills to be followed. It demands that we learn about the inner workings of our mind and how we can interpret reality. And it also demands that we learn about how the world is constituted, its nature and the way it presents to ourselves. These demands need tools that are different, but that our ancestors have found in the past. It is the answer to the questions of self-examination that leads to this transformation in thinking and we realize that knowledge is irreversible: it forever changes who we are and there is no going back.

Qué es la izquierda II

Publicado originalmente en https://feylibertad.org/que-es-la-izquierda-ii/

Leyendo las noticias sobre los eventos ocurridos en las últimas dos semanas, encontré una que me llamó mucho la atención: uno de los editores líderes del Philadelphia Inquirer renunció después de que la publicación de un artículo llevara a la renuncia masiva de periodistas. Brevemente, el períodico publicó el titular “Los edificios importan también”, en defensa de los edificios defenestados por los manifestantes que claman “Las vidas negras importan.”  Ofendidos, renunciaron reporteros en masa y provocaron el arrepentimiento y dimisión del editor en jefe, Stan Wischnowski. Leyendo una opinión publicada en el Wall Street Journal sobre este mismo suceso, que señala la propensión a clausurar el debate, pensé en el último artículo que escribí y en cómo en este desafortunado suceso se reflejan algunas de las características esenciales de la izquierda o los liberales, como son conocidos en EEUU. Estas características tienen el efecto devastador de arrollar a sus opositores y aquí quiero exponer por qué, aunque de forma limitada.

En mi último post, describí muy brevemente cómo la izquierda tiene dos ideas que la guían: la liberación y la justicia social. Mencioné de paso que la izquierda tiene un propósito, como nos dice Roger Scruton: “La meta es captar aquel poder, y usarlo para liberar a los oprimidos, distribuyendo todos los activos de la sociedad según los justos requerimientos del plan”1 (Scruton 2015, 13). Esta meta no permite cuestionamiento, pues las dos luces de liberación y justicia social impiden que se la cuestione. El efecto secundario de buscar esta meta es que los derechos individuales quedan totalmente suprimidos, pues hasta que las estructuras de dominación no hayan sido purgadas y el poder no haya sido captado, todo debe servir la causa, los justos requerimientos del plan. En otras palabras, el fin justifica los medios.

El editor del Philadelphia Inquirer que se vio forzado a renunciar es un liberal y aún así ha sido utilizado como parte de la maquinaria para desentramar las estructuras de poder. Lo único que hizo fue autorizar un artículo2 en su periódico argumentando que el daño que las recientes protestas en EEUU habían causado a los edificios perjudicaban la propia causa que las protestas buscaban impulsar. Pero descubrir la verdad y señalar la justicia como se ha comprendido tradicionalmente no son valores de la izquierda, pues ante la opinión de quienes buscan desentramar las estructuras de dominación, criticar las protestas es equivalente a socavar los cimientos del esfuerzo por captar el poder.

Y este es un ejemplo pequeño del fenómeno liberal que quiero ilustrar: que las prácticas de izquierda para acceder al poder a toda costa destruyen el concepto de los derechos humanos universales. Lo dice Scruton mejor que yo, cuando resume las ideas de Dworkin: “Una práctica en la cual individuos de algún ‘grupo desfavorecido’ históricamente son admitidos a una ventaja desde la cual otros con mejores cualidades son excluidos claramente supone un reto a la idea de los derechos humanos universales, los cuales pertenecen a cada persona como individuo” (Scruton 2015, 61). Es decir, no se puede profesar querer los derechos humanos universales y luego favorecer con activismo político a un grupo de personas, por más oprimidas que hayan sido estas en el pasado.

La izquierda es peligrosa porque busca el poder para poder destruir a los enemigos de la causa. Como el anillo en la gran saga de El señor de los anillos, las ideas que suponen los cimientos intelectuales de la izquierda no pueden ser usados para el bien. El problema es que si se usan para lograr fines democráticos terminan fomentando el totalitarismo. Quienes usan las nociones marxianas de la dialéctica materialista y la ciencia del marxismo para desentramar supuestas estructuras de dominación, realmente corren el mismo riesgo que Saruman: serán devorados por el poder que buscan usar para un mal escondiéndose como bien.


[1] Scruton, Roger. 2015. Fools Frauds and Firebrands: Thinkers of the New Left. London: Bloomsbury Continuum.

[2] El artículo, originalmente titulado “Buildings Matter Too,” ha cambiado de nombre. En la página se encuentra una explicación de parte del periódico de su razonamiento para cambiar el título y pedir perdón por dañar (sin intención de hacerlo) el movimiento de Black Lives Matter.

Qué es la izquierda

Lo que voy a decir en las siguientes líneas no es una exposición académica rigurosa. Es un bosquejo de lo que podría ser un libro o muchos libros. La idea es iniciar una conversación sobre lo que yo, un conservador al estilo inglés (Burke y Tocqueville), percibo que es la izquierda o el socialismo, que para fines de esta reflexión serán lo mismo (comprendo que no siempre lo son, pero aquí me limitaré a equiparar estos dos términos). Hay aquí generalizaciones y varios puntos que no se pueden argumentar con el detalle que exige una postura contundente y académicamente rigurosa. Espero que este artículo sirva como punto de partida para dialogar sobre lo que separa a un conservador de un socialista.

Desde hace mucho tiempo, el proyecto político del socialismo ha sido muy atractivo porque presenta un modo de hacer política con un propósito, propone la existencia de un mal que hay que abolir. Este fue el planteamiento de los jacobinos durante la Revolución francesa, por ejemplo, y en un mundo en el que las injusticias sociales parecen ser más latentes que nunca, el socialismo hoy es muy atractivo para los jóvenes y la nueva generación de políticos. (Y digo que parecen ser más latentes porque no lo son. En la época de Luis XVI y María Antonieta la situación era mucho peor.) Pero el socialismo presenta dificultades que ningún académico socialista ha respondido. Además, es sumamente peligroso y dañino. Para entender por qué es nefasto el socialismo, debemos entender qué es y cuáles son los males que el socialismo pretende eliminar.

La izquierda, como dice Roger Scruton en su libro Fools, Frauds and Firebrands, es la creencia de que «los bienes de este mundo están injustamente distribuidos, y que la culpa no yace en la naturaleza humana sino en usurpaciones practicadas por una clase dominante.» (Scruton, 3). La izquierda entonces busca proponer y conseguir establecer un nuevo orden mundial que tiene dos atributos que lo distinguen: justicia social y liberación.

La liberación es la emancipación de las estructuras de dominación (Scruton, 3). Estas estructuras son las que nos han heredado nuestros padres a través de la iglesia, las normas sociales, leyes y relaciones sociales que han sido creadas durante la historia a través de la interacción social. Mucha de la literatura de izquierda se centra en «desarmar» estas estructuras. Es notable que la liberación jamás cesa de tener causa, ya que una vez ha «liberado» a una víctima rápidamente encuentra a otra.

Por otro lado, la justicia social ya no es solamente la igualdad ante la ley o al derecho de ciudadanía, como se entendía originalmente en la Ilustración, sino que es la abolición de toda desigualdad. De esta manera, se busca erradicar a todas las jerarquías, privilegios y la distribución desigual de bienes.

La política de izquierda, pues, consiste en armar programas para propagar la liberación y la justicia social. La consecuencia de esta política es que no permite que se cuestionen estos dos ideales, incluso cuando pueden ser contradictorios o cuando destruyen lo que nos hace seres humanos en sus expresiones más comunes: la religión, la familia, las organizaciones deportivas y sociedades culturales y cívicas.

Debido a que la izquierda no permite que se cuestionen estos ideales, forma una ideología que parece encarnar las cualidades más extremas de una religión fanática como el islamismo y las muchas otras sectas de toda índole que han surgido a lo largo de la historia.

El resultado de las políticas de izquierda es que buscan censurar cualquier clase de oposición y continuar con su programa de liberación y «justicia social.» En esta forma de hacer política, la sangre y la violencia no quedan fuera de las opciones para llegar a sus objetivos. Scruton incluso asevera que la violencia es la única forma que la izquierda tiene de lograr sus fines políticos (Scruton, 13). Los estudiosos como Roger Scruton han pasado sus vidas defendiendo al conservadurismo tradicional porque creen que es la única respuesta a las locuras del socialismo que nada nuevo ha planteado desde que los jacobinos vertieron la sangre de miles de sus compatriotas hace más de dos siglos.