Qué es la izquierda III

Qué es la izquierda III

Originalmente publicado en https://feylibertad.org/2020/07/que-es-la-izquierda-iii/

¿Qué pasaría si nuestros gobiernos nos dieran cada vez menos información sobre sus planes y la gestión pública? ¿O si se nos prometiera una carretera como parte de un proyecto de obra pública pero recibiéramos otra cosa? En las democracias, esto sería absurdo y, cuando sucede, causa grandes polémicas y se enjuician a los culpables o se arman investigaciones para corregir la malversación de los recursos públicos. Pero en la antigua URSS, era común que el gobierno mintiera[1]. Además, los gobiernos socialistas son reconocidos por utilizar la fuerza para obligar a sus ciudadanos a obedecer las reglas. Y es que, como dice Scruton: «it takes infinite force to make people do what is impossible.» (Scruton 2015, 6)[2]. Para Scruton, la idea de que existe una lucha de clases y de que «la dictadura del proletariado» debe tomar control para que luego el gobierno desaparezca es una locura utópica, de esas que Marx tanto criticaba.

Hay una idea de Marx que lleva a ese tipo de conductas absurdas. Y digo absurdas porque Marx prometía la felicidad tras la caída inevitable del capitalismo. Es la idea de que el marxismo es una ciencia. Esta idea es, tal vez, la que más peligro supone para las sociedades libres, pues el marxismo separa a los seres humanos en dos clases: los culpables y los inocentes. Aquellos son quienes han usurpado los bienes que le corresponden a toda la humanidad y los últimos son quienes han sido robados de su derecho a los bienes de producción, que deben ser tenidos en común. Marx separaba la ideología de la ciencia. La ideología consiste en las ideas de los burgueses. Estas ideas son falsas, son máscaras que esconden tras de sí su verdadera intención: ser las estructuras de dominio y poder que siguen oprimiendo a las masas de los trabajadores. Nos dice Scruton: «Marx’s alleged science undermined the beliefs of his opponents. The theories of the rule of law, the separation of powers, the right of property, and so on, as these had been expounded by ‘bourgeois’ thinkers like Montesquieu and Hegel, were shown, by the Marxian class analysis, to be not truth-seeking but power-seeking devices: ways of hanging on to the privileges conferred by the bourgeois order. By exposing this ideology as a self-serving pretence the class-theory vindicated its own claims to scientific objectivity.» (Scruton 2015, 13-14). Toda idea, pues, que defienda de alguna manera las ideas de la burguesía es automáticamente falsa ante la ciencia del marxismo. Para Marx, defender la idea de la propiedad privada, el derecho a la libre expresión, etc, es equivalente a defender la existencia de las sirenas o decir que la luna es de queso.

Podemos observar esta actitud de rechazo al diálogo con ideas contrarias a las marxistas en ámbitos donde la pseudo ciencia del marxismo ha sido aceptada. No es raro encontrar ataques ad hominem o de cualquier otra índole del bando de Marx a sus oponentes. La idea de que el socialismo es la causa de los oprimidos lleva a aceptar que cualquier medio puede ser utilizado para arrebatar los bienes a los usurpadores. Pero desde hace ya siglos la razón está destronada y se ha apoderado del ámbito público el pecado del Satanás de Milton: la soberbia.


[1] Es interesante este video para ver cómo fue la reacción del gobierno soviético ante el desastre de Chernóbil.

[2] Scruton, Roger. 2015. Fools Frauds and Firebrands: Thinkers of the New Left. London: Bloomsbury Continuum.

Qué es la izquierda II

Publicado originalmente en https://feylibertad.org/que-es-la-izquierda-ii/

Leyendo las noticias sobre los eventos ocurridos en las últimas dos semanas, encontré una que me llamó mucho la atención: uno de los editores líderes del Philadelphia Inquirer renunció después de que la publicación de un artículo llevara a la renuncia masiva de periodistas. Brevemente, el períodico publicó el titular “Los edificios importan también”, en defensa de los edificios defenestados por los manifestantes que claman “Las vidas negras importan.”  Ofendidos, renunciaron reporteros en masa y provocaron el arrepentimiento y dimisión del editor en jefe, Stan Wischnowski. Leyendo una opinión publicada en el Wall Street Journal sobre este mismo suceso, que señala la propensión a clausurar el debate, pensé en el último artículo que escribí y en cómo en este desafortunado suceso se reflejan algunas de las características esenciales de la izquierda o los liberales, como son conocidos en EEUU. Estas características tienen el efecto devastador de arrollar a sus opositores y aquí quiero exponer por qué, aunque de forma limitada.

En mi último post, describí muy brevemente cómo la izquierda tiene dos ideas que la guían: la liberación y la justicia social. Mencioné de paso que la izquierda tiene un propósito, como nos dice Roger Scruton: “La meta es captar aquel poder, y usarlo para liberar a los oprimidos, distribuyendo todos los activos de la sociedad según los justos requerimientos del plan”1 (Scruton 2015, 13). Esta meta no permite cuestionamiento, pues las dos luces de liberación y justicia social impiden que se la cuestione. El efecto secundario de buscar esta meta es que los derechos individuales quedan totalmente suprimidos, pues hasta que las estructuras de dominación no hayan sido purgadas y el poder no haya sido captado, todo debe servir la causa, los justos requerimientos del plan. En otras palabras, el fin justifica los medios.

El editor del Philadelphia Inquirer que se vio forzado a renunciar es un liberal y aún así ha sido utilizado como parte de la maquinaria para desentramar las estructuras de poder. Lo único que hizo fue autorizar un artículo2 en su periódico argumentando que el daño que las recientes protestas en EEUU habían causado a los edificios perjudicaban la propia causa que las protestas buscaban impulsar. Pero descubrir la verdad y señalar la justicia como se ha comprendido tradicionalmente no son valores de la izquierda, pues ante la opinión de quienes buscan desentramar las estructuras de dominación, criticar las protestas es equivalente a socavar los cimientos del esfuerzo por captar el poder.

Y este es un ejemplo pequeño del fenómeno liberal que quiero ilustrar: que las prácticas de izquierda para acceder al poder a toda costa destruyen el concepto de los derechos humanos universales. Lo dice Scruton mejor que yo, cuando resume las ideas de Dworkin: “Una práctica en la cual individuos de algún ‘grupo desfavorecido’ históricamente son admitidos a una ventaja desde la cual otros con mejores cualidades son excluidos claramente supone un reto a la idea de los derechos humanos universales, los cuales pertenecen a cada persona como individuo” (Scruton 2015, 61). Es decir, no se puede profesar querer los derechos humanos universales y luego favorecer con activismo político a un grupo de personas, por más oprimidas que hayan sido estas en el pasado.

La izquierda es peligrosa porque busca el poder para poder destruir a los enemigos de la causa. Como el anillo en la gran saga de El señor de los anillos, las ideas que suponen los cimientos intelectuales de la izquierda no pueden ser usados para el bien. El problema es que si se usan para lograr fines democráticos terminan fomentando el totalitarismo. Quienes usan las nociones marxianas de la dialéctica materialista y la ciencia del marxismo para desentramar supuestas estructuras de dominación, realmente corren el mismo riesgo que Saruman: serán devorados por el poder que buscan usar para un mal escondiéndose como bien.


[1] Scruton, Roger. 2015. Fools Frauds and Firebrands: Thinkers of the New Left. London: Bloomsbury Continuum.

[2] El artículo, originalmente titulado “Buildings Matter Too,” ha cambiado de nombre. En la página se encuentra una explicación de parte del periódico de su razonamiento para cambiar el título y pedir perdón por dañar (sin intención de hacerlo) el movimiento de Black Lives Matter.

Qué es la izquierda

Lo que voy a decir en las siguientes líneas no es una exposición académica rigurosa. Es un bosquejo de lo que podría ser un libro o muchos libros. La idea es iniciar una conversación sobre lo que yo, un conservador al estilo inglés (Burke y Tocqueville), percibo que es la izquierda o el socialismo, que para fines de esta reflexión serán lo mismo (comprendo que no siempre lo son, pero aquí me limitaré a equiparar estos dos términos). Hay aquí generalizaciones y varios puntos que no se pueden argumentar con el detalle que exige una postura contundente y académicamente rigurosa. Espero que este artículo sirva como punto de partida para dialogar sobre lo que separa a un conservador de un socialista.

Desde hace mucho tiempo, el proyecto político del socialismo ha sido muy atractivo porque presenta un modo de hacer política con un propósito, propone la existencia de un mal que hay que abolir. Este fue el planteamiento de los jacobinos durante la Revolución francesa, por ejemplo, y en un mundo en el que las injusticias sociales parecen ser más latentes que nunca, el socialismo hoy es muy atractivo para los jóvenes y la nueva generación de políticos. (Y digo que parecen ser más latentes porque no lo son. En la época de Luis XVI y María Antonieta la situación era mucho peor.) Pero el socialismo presenta dificultades que ningún académico socialista ha respondido. Además, es sumamente peligroso y dañino. Para entender por qué es nefasto el socialismo, debemos entender qué es y cuáles son los males que el socialismo pretende eliminar.

La izquierda, como dice Roger Scruton en su libro Fools, Frauds and Firebrands, es la creencia de que «los bienes de este mundo están injustamente distribuidos, y que la culpa no yace en la naturaleza humana sino en usurpaciones practicadas por una clase dominante.» (Scruton, 3). La izquierda entonces busca proponer y conseguir establecer un nuevo orden mundial que tiene dos atributos que lo distinguen: justicia social y liberación.

La liberación es la emancipación de las estructuras de dominación (Scruton, 3). Estas estructuras son las que nos han heredado nuestros padres a través de la iglesia, las normas sociales, leyes y relaciones sociales que han sido creadas durante la historia a través de la interacción social. Mucha de la literatura de izquierda se centra en «desarmar» estas estructuras. Es notable que la liberación jamás cesa de tener causa, ya que una vez ha «liberado» a una víctima rápidamente encuentra a otra.

Por otro lado, la justicia social ya no es solamente la igualdad ante la ley o al derecho de ciudadanía, como se entendía originalmente en la Ilustración, sino que es la abolición de toda desigualdad. De esta manera, se busca erradicar a todas las jerarquías, privilegios y la distribución desigual de bienes.

La política de izquierda, pues, consiste en armar programas para propagar la liberación y la justicia social. La consecuencia de esta política es que no permite que se cuestionen estos dos ideales, incluso cuando pueden ser contradictorios o cuando destruyen lo que nos hace seres humanos en sus expresiones más comunes: la religión, la familia, las organizaciones deportivas y sociedades culturales y cívicas.

Debido a que la izquierda no permite que se cuestionen estos ideales, forma una ideología que parece encarnar las cualidades más extremas de una religión fanática como el islamismo y las muchas otras sectas de toda índole que han surgido a lo largo de la historia.

El resultado de las políticas de izquierda es que buscan censurar cualquier clase de oposición y continuar con su programa de liberación y «justicia social.» En esta forma de hacer política, la sangre y la violencia no quedan fuera de las opciones para llegar a sus objetivos. Scruton incluso asevera que la violencia es la única forma que la izquierda tiene de lograr sus fines políticos (Scruton, 13). Los estudiosos como Roger Scruton han pasado sus vidas defendiendo al conservadurismo tradicional porque creen que es la única respuesta a las locuras del socialismo que nada nuevo ha planteado desde que los jacobinos vertieron la sangre de miles de sus compatriotas hace más de dos siglos.

Cómo seguir tu pasión

Muchos de nosotros queremos encontrar lo que nos apasiona para dedicarnos a eso. Los consejos para la vida profesional que más escuchamos son más o menos como este: “sigue tu pasión y no tendrás que trabajar ningún día de tu vida”. ¿Cómo podemos lograrlo?

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La pasión es amor por algo que nos hace sentir bien, como cuando vemos un partido del mundial y nos llenamos de euforia porque nuestro equipo meitó gol o como cuando vemos a nuestro artista favorito en concierto. Pero es difícil imaginar que puedo sentirme de esa forma con el trabajo. Es difícil imaginar también que todo lo que es placentero o todo lo que le da significado a mi vida se reduce o es lo mismo que lo que me apasiona: por ejemplo, parte de lo que le da sentido a mi vida es fomentar relaciones con los miembros de mi familia, pero no podría clasificar de “apasionante” el ir a ver a mi abuelita.

En este sentido, es absurdo pensar que el trabajo me va a apasionar. Y esto es cierto: lo último que debemos usar para saber si estamos trabajando en algo que valga la pena es buscar si sentimos pasión por ello. Lo que buscamos en el trabajo es significado, sentido, no emoción. Muchas veces, sí, el sentido viene acompañado de emoción, pero no todo el tiempo ni con tanta intensidad.

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Encontrar el sentido de algo es difícil. De hecho, es imposible encontrar el sentido de la vida sin las dificultades: ellas son los escalones que nos permiten ascender a un estado de vida satisfactorio. Deberíamos aprovecharlas siempre que las tengamos para fortalecernos. Tener problemas en la vida es normal, pero lo que no es normal es encontrar gente con el ánimo y la fortaleza para aprovechar esos problemas y convertirse en una persona más fuerte. Enel trabajo, esta habilidad de convertir a los problemas en oportunidades es posiblemente la que más nos puede garantizar el éxito.

Entonces, si definimos pasión no como un sentimiento sino como seguir a un ideal, el de intentar todos los días aprovechar los problemas para hacernos mejores, entonces la pasión sí que se puede vivir. Los ideales nos permiten vivir una vida con sentido y seguir nuestra pasión. Por eso, es importante buscar educación, como la que se imparte en Michael Polanyi College, que nos permite alcanzar estos ideales.

Lo que te hace feliz :)

Descarga una versión en PDF aquí: ¿Cómo alcanzar la felicidad?

Nadie diría que es feliz si no tiene paz. La paz es la felicidad. Pero la paz no es lo que todos creemos. Muchos creen que la paz es la ausencia de problemas, la armonía completa entre nuestros deseos y la realidad. Pero esto no es así. La paz se asemeja más a una montaña que puede ser sacudida por terremotos o abofeteada por las tormentas, pero sus cimientos permanecen sin perturbarse. La paz no es la ausencia de los problemas, sino que tener los cimientos de nuestra vida arraigados de tal forma que no puedan tumbarse ante los infortunios de la vida.

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Pero la paz, entonces, es un efecto, o un resultado de ciertas acciones y disposiciones interiores de la persona. En este ensayo veremos primero que los seres humanos estamos orientados a vivir con significado, orientados hacia un fin, luego veremos cómo solo puede lograrse eso a través de la responsabilidad, cómo esta nos permite ser libres y por último cómo nace la paz de estas condiciones.

No es nueva la idea de que los seres humanos nacimos para ser felices. Pero los filósofos antiguos estaban de acuerdo con que el único medio para ser felices es la virtud:

“el mayor bien del hombre es hablar de la virtud todos los días de su vida y conversar sobre todas las demás cosas que han sido objeto de mis discursos, ya sea examinándome a mí mismo, ya examinando a los demás, porque una vida sin examen no es vida”

-Platón, Apología de Sócrates 38a5-6

[…] decimos que la función del hombre es una cierta vida, y ésta es una actividad del alma y unas acciones razonables, y la del hombre bueno estas mismas cosas bien y hermosamente, y cada uno se realiza bien según su propia virtud; y si esto es así, resulta que el bien del hombre es una actividad del alma de acuerdo con la virtud, y si las virtudes son varias, de acuerdo con la mejor y más perfecta, y además en una vida entera

-Aristóteles, Ética nicomáquea 1098a13

“para vivir apaciblemente basta la virtud en sí misma”

-Cicerón, Sobre la adivinación, II, 2.

Pero la virtud se adquiere a través del uso correcto de la razón. Es decir, para adquirir la virtud debemos saber qué es lo que es correcto para nosotros y cómo aplicarlo a las circunstancias de nuestra vida, en el momento correcto, de la forma correcta, utilizando los medios correctos. De esta forma, podemos definir a la virtud como: utilizar el medio correcto para llegar al fin correcto en el tiempo y medida correcto. Para obtener la virtud, entonces esa capacidad de ser virtuosos debe ser educada: la razón debe ser educada. Y en esto radica el sentido existencial de la educación: solo a través de ella podemos llegar a la felicidad, que es el estado de paz, cuyos cimientos son la responsabilidad y el sentido profundo que tiene lo que hacemos en la vida.

Si la felicidad consiste en adquirir las virtudes correctas para vivir de un cierto modo, eso solo puede lograrse a través de un compromiso diario con vivir de ese modo específico. En otras palabras, la esencia de la felicidad es la responsabilidad. La vida nos plantea un reto y ese reto debe ser contestado. Nos enseña Viktor Frankl:

“Si tuviéramos que repasar rápidamente las claves que hacen que el análisis existencial reconozca la responsabilidad como la esencia de la existencia, tendríamos que comenzar por invertir la pregunta: ¿cuál es el sentido de la vida? […] es a él [al hombre] a quien se le hace esta pregunta, y a que es la vida misma quien se encarga de hacer esta pregunta. Y el hombre tiene que contestarle a la vida con una respuesta que sea su vida misma; tiene que responder siendo responsable; en otras palabras, la respuesta es necesariamente una respuesta-en-acción.” Frankl, El hombre en busca del sentido, 36

Pero, ¿responsabilidad hacia qué, exactamente?

Viktor Frankl nos dice: «Toda libertad tiene un ‘de qué’ y un ‘hacia qué’. » (Frankl, 71). Entendemos libertad en un sentido de acción, una orientación hacia actividades ya sea de la mente, del cuerpo o del alma. Estas tres áreas de la persona, mental, corporal y espiritual, tienen una orientación existencial. Tienen, por así decirlo, un llamado hacia la perfección que corresponde a cada una. Así, podemos decir que la perfección del cuerpo es que haga bien su función: que tenga salud, que no esté impedido de forma artificial o natural, que esté fuerte y que tenga larga vida. La mente es para pensar, para expandir nuestros horizontes y entender mejor al mundo. El espíritu tiene como función la compasión y la comprensión de nuestras propias vidas; es, a saber, la parte más humana de nosotros y que nos permite darle sentido a nuestras vidas.

La responsabilidad existe en torno a esas tres áreas, en que debemos llevarlas a su propia función. Estamos delimitados por esas tres áreas y son las que nos dan contexto para existir. Sin un compromiso fuerte por llevarlas a esa perfección, no tenemos libertad porque se pierde el sentido de lo que hacemos. La responsabilidad es lo que nos permite ser totalmente libres.

Pero normalmente tenemos enemigos en nuestra educación y tenemos que formar a nuestro intelecto, a la razón, para que pueda identificarlos y luchar efectivamente contra ellos. El estar en la condición de poder hacer esta lucha le llamamos libertad también, porque es un compromiso responsable hacia llevar a nuestras vidas hacia la orientación existencial que tienen. Es por eso también que nadie está limitado a ser libre por factores externos, porque la libertad es un compromiso: es vivir responsablemente sin importar las condiciones externas.

Por eso, los antiguos habían desarrollado las artes liberales: las artes que nos llevan a estar situados en la libertad. Tradicionalmente eran siete, divididas en dos grupos: las de la mente y las del mundo. Y ese que les llamaban artes porque consistían en el proceso de transformación de sí mismos hacia seres libres. A través de las artes liberales se hacían artífices de su propia persona.

La felicidad es, pues, vivir responsablemente, comprometidos con ser libres y decidir el bien para nuestra propia persona. Es una lucha constante en contra de lo que nos tira hacia la mentira, la destrucción y la violencia. Es ahí, en el silencio interior de cada persona, en el sufrimiento qué hay por vivir los ideales que tenemos, donde está esta lucha.

Cinco pasos para derrocar a tiranos

Los tiranos se han vuelto a poner de moda. La pregunta que muchos podremos hacernos es: ¿cómo podemos impedir que haya más de ellos? Todos podemos ser parte de la solución, si seguimos estos cinco pasos.

  1. Debemos derrocar al tirano interno primero. Si no somos capaces de enfrentar nuestros propios problemas emocionales, psicológicos, profesionales, ¿por qué creemos que tendremos la fuerza para hacerlo en la vida pública? Cuando nos esforzamos por que no nos dominen nuestras emociones, por tener vidas ordenadas y por ser buenas personas, somos capaces de influir en otros y tener vidas llenas de paz. Si no tenemos paz, no podremos dársela a la sociedad en la que vivimos. El mejor bien que le podemos hacer a la sociedad es ser buenas personas, teniendo vidas ordenadas.
  2. Priorizar mis relaciones interpersonales: aquí también hay orden. Una vez he tenido que luchar contra mis demonios internos, tengo que decidirme a hacer el bien a mi prójimo. Pero, ¿quién es mi prójimo? La palabra misma nos sugiere una respuesta: «prójimo» es la persona que tengo a la par. Pues en esta vida, quienes tenemos a la par son primero nuestros padres y hermanos, luego nuestros amigos, luego con quienes trabajamos y así hasta que se acaba la red de personas que conocemos. Primero debemos hacer el bien a quienes más cercanos están a nosotros, quienes son más prójimos. Así, pues, quien abandona a su familia constantemente para ir a ayudar a pobres, abandonando sus deberes familiares, no hace un buen servicio a la sociedad.
  3. Defender al débil: una vez somos fuertes, podemos defender a quienes no se pueden valer por sí mismos de los opresores. Podemos enfrentar a un jefe que abusa de una compañera de trabajo, podemos denunciar robos que vemos, podemos intentar incluso impedir actos de violencia, a veces hasta dando la vida por los demás.
  4. Ser prudente en el uso de la violencia: muchos hemos escuchado el dicho «violencia engendra violencia;» con lo que se quiere decir: si somos excesivamente violentos solamente vamos a lograr que surja más violencia. Por eso, al tener que usar la fuerza para impedir un mal, no la usamos en exceso, sino simplemente lo suficiente para impedir que un inocente sea dañado.
  5. Enseñar a otros: finalmente, debemos compartir estos cinco pasos y enseñar a otros a ser fuertes, para que puedan combatir en sus propios ámbitos a todos los tiranos que surgen en la sociedad, desde los más insignificantes, hasta los más opresivos y poderosos.

Siguiendo estos cinco pasos, podemos construir una sociedad más pacífica, donde el respeto hacia los demás, el diálogo y la comprensión sean las vías para la paz, evitando la coerción y la violencia.

Introducción a la filosofía III

Todos somos seres racionales hasta que nos enfrentamos con el tráfico. Se siente bien ir camino a casa, pero ¡este no quiere darme paso! Ah… mira, ahí va ese subnormal que atascó la intersección y ahora nadie puede pasar. Un conductor que estaba detrás mío, quien se aferraba a la bocina como si su vida dependiera de ello, se encontró con un policía de tránsito que le dijo, no sin cierto grado de sarcasmo, «¡Consígase un avión amigo!”

La verdad es que deseamos orden porque no podemos comprender al mundo y, por lo tanto actuar, sin él. Pero nuestras mentes vienen equipadas para enfrentar la realidad y están, por decirlo de una forma, programadas para entenderlo. El programa que usan para comprender el mundo es la razón.

La razón es la que desarrolla las teorías acerca del mundo y estas surgen después de que nos encontramos con el asombro. Es a partir del asombro que nos acercamos a investigar. Luego tenemos que intentar explicar lo que vemos y razonarlo: ¿por qué es así? ¿Qué permite que sea como es? Para ello, la razón se divide en tres tres actos: comprensión, juicio, razonamiento. Explicaré cada uno por separado.

  1. Comprensión: es el acto de adquirir información acerca de un concepto. Cuando entiendo qué es un «hombre» o un «gato» estoy comprendiendo. La comprensión es cuando la mente crea una imagen de un objeto o idea que está fuera de ella. Estos conceptos los ponemos en palabras y son las estructuras básicas de la comunicación y del conocimiento. La comprensión es, pues, como el átomo del conocimiento. Los términos no pueden ser verdaderos o falsos. La comprensión produce en la mente un término. Cuando respondemos a la pregunta ¿qué es? estamos preguntando acerca de la definición de un término, lo cual nos da comprensión.

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  1. Juicio: el juicio es cuando relacionamos dos conceptos y enunciamos algo acerca de la realidad. Los juicios pueden ser verdaderos o falsos y son las bases de la argumentación. Como dice Aristóteles: «es la combinación de los términos de donde surgen enunciados positivos o negativos.» (Categoriae 2a, 5). Cuando respondemos a la pregunta «¿existe algo?» estamos, efectivamente, enunciando un juicio.
  2. Razonamiento: el razonamiento responde a la pregunta «¿por qué es?» Es el acto de la mente que nos permite comprender lo que nos rodea y el más importante para vivir una vida llena de satisfacción. Sin embargo, no se puede razonar si no se puede hacer bien los primeros dos actos: la comprensión y el juicio.

Ser racionales es lo que nos permite ser felices y tener una vida satisfactoria. Por eso es que sirve aprender herramientas que nos permitan utilizar mejor nuestras mentes y comprender el mundo que nos rodea.

Introducción a la filosofía II

Fue sorprendente esa frase de Sócrates. Recuerdo que la primera vez que la leí dije a mis adentros “Sócrates está loco y merecía estar en un manicomio no en la cárcel.” Pero leyendo el diálogo y discutiendo con mis amigos, fui entendiendo varias ideas que la enseñanza del maestro griego contenía. Primero es que es verdad que moriremos y que no podemos escapar esa realidad. Segundo es que la vida se trata de la búsqueda de qué hacer durante el tiempo que tenemos, porque la muerte se acerca con cada minuto que pasa. Naturalmente, si nos detenemos a pensar en esas dos ideas, surge la pregunta: ¿qué es lo más importante que puedo hacer con mi tiempo si es limitado? Esta es la pregunta que se hacía Sócrates y fue la razón por la que decidió abandonarse en la búsqueda de la sabiduría y la verdad. La filosofía es, entonces, el estudio de decidir qué es lo mejor que podemos hacer con nuestro tiempo limitado en la tierra y luego hacerlo. El practicar esto es el amor a la sabiduría, porque es lo que nos hará realmente felices.
Intentaré en estas líneas, pobres pero sinceras, explicar en cuatro a cinco posts que se puedan leer en menos de cinco minutos, los siguientes temas:
  1. el camino que comienza con el asombro;
  2. luego cómo se desarrollan teorías acerca del mundo y la creación de un sistema que lo explica;
  3. el papel que juega la lógica y las cuestiones sobre el más allá: la relación entre la razón y la búsqueda de Dios.
Comienzo con el asombro. Creo que en algún punto de nuestra educación casi todos perdemos la capacidad de asombrarnos. No sé cuál sea la causa de ello, si es porque estudiar física nos aburre o no nos va bien en las matemáticas y luego les huimos o pensamos que leer y disfrutar del Quijote es para geeks. La triste realidad es que perdemos el gusto por las cosas y dejamos de ver al mundo como un jardín que contiene tesoros que no podemos imaginar. Pero Aristóteles dice: «Todos los hombres desean por naturaleza el saber.» (Metaphysica, A) El asombro es lo primero que nos llama la atención hacia un objeto y nos impele a aprender más acerca de él: qué es, por qué existe, cuáles son sus características, de dónde vino y hacia dónde va. Es así como un hombre primero se acerca a hablarle a una mujer: le atrae y le parece bella. Lo mismo es con el mundo. Es como si estuviéramos programados para admirarlo y ver su belleza.
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Si queremos tener una vida llena de significado y de paz, debemos profundizar en este asombro. Mutilar nuestra curiosidad por saber cómo funcionan las cosas del mundo es camino seguro para tener una vida gris, sin emoción, sin el anhelo profundo que nos hace seres humanos: el deseo de saber por qué vivimos y para qué es esta vida. Siguiendo la luz que nos brinda la llama de la curiosidad, los filósofos intentamos indagar en esos misterios de la vida y es así como buscamos desarrollar explicaciones acerca del mundo.

Introducción a la filosofía 1

Esta es una historia personal, tal vez sorprendente. No tengo otro punto de vista desde donde contarla así que lo haré con un tono autobiográfico que, si bien puede quitarle seriedad académica, no por eso dejará de ser un intento de hacer una profunda reflexión acerca de lo que es la filosofía.

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Muchos me han preguntado acerca de mi interés por la filosofía: ¿por qué decidí estudiarla? ¿Qué pensaba yo en el momento en el que decidí que eso quería y que no me enfocaría en estudiar una carrera para conseguir empleo? La verdad es que nunca me preocupó el empleo, no porque yo tuviera una visión o un plan acerca de cómo me desarrollaría profesionalmente, sino que sabía que quería responder las preguntas más importantes en mi vida y que vivir del alimento del alma era más importante para mí que vivir una vida materialmente satisfactoria.

Cuando estaba en mi penúltimo año del colegio, mi papá me ayudó a plantearme dónde estudiar. Él tenía la disponibilidad de pagarme los estudios en el extranjero así que me ayudó a seleccionar universidades en EEUU. La opinión que él tenía era que, como yo no sabía qué estudiar, debía exponerme a una amplia gama de ideas y de materias para poder elegir la que más me gustaba. Poco sabía él, y menos yo, las dificultades con las que me encontraría y la fuerza que esas dificultades le dieron a las ideas que he ido desarrollando a partir de esos años. Lo que puedo decir con certeza, después de diez años de reflexión y de búsqueda, es que concuerdo con la idea de uno de mis mayores maestros: «Me temo que otra gente no caiga en la cuenta de que el único objetivo de quienes practican la filosofía en la manera correcta es practicar para el morir y la muerte.» (Fedón, 64, a-b).

¿Qué tiene que ver la educación con la democracia?

A todos nos gustan los dulces, ya sean tartaritas, canillitas de leche, camote en dulce, bolitas de miel, mazapán, colochos, nuégados… Pues una vez, yo tenía una cajita que compré con mi dinero. Me lo había ganado barriendo una tiendita que habían puesto unos parientes en una feria. Yo tenía seis años y me pagaron diez Quetzales. Yo era millonario con diez Quetzales y compré mis dulces, como cualquier persona sensata haría a los seis años. No contaba con que mis dulces fueran considerados propiedad pública y mi mamá y mis hermanos decidieran que querían disfrutar también del fruto de mis labores. No es que no compartiera, pero yo tenía planes para esos dulces: quería llevarlos al colegio y compartirlos con mis amigos. Eso no fue posible, claro, debido al desvanecimiento veloz de mi capital de dulces.En mi caso, la planificación a futuro no fue posible: si yo no podía contar con mis dulces, si yo no podía saber cuándo iba a tenerlos, no era posible tampoco planificar algo que yo quisiera hacer con ellos en el futuro. Nadie puede hacer proyectos ni hacer planes a largo plazo si no se le garantiza que en el futuro tendrá lo que ahora tiene. En una sociedad, pues, sucede lo mismo: la propiedad privada es necesaria para cualquier sociedad que quiera salir de una existencia de subsistencia porque sin planes de largo plazo no podemos imaginarnos la creación de instituciones o de grandes obras de cultura. En Guatemala, el tipo de sociedad a la que aspiramos es una donde todos pueden desarrollarse a su máximo potencial: intelectual, social, físico y espiritual. En esta sociedad, es indispensable que haya propiedad privada: el derecho que tiene cada persona al fruto de sus labores, a sus pensamientos y movimientos. El buen funcionamiento de esta sociedad, pues, depende de que se conserve al menos este principio. Hay muchas opiniones acerca de lo que significa que una democracia esté bien gobernada, pero todas las filosofías democráticas coinciden con el siguiente principio: como condición básica para una democracia, podremos afirmar que está bien gobernada si las autoridades que hemos designado usan el poder para que se respete la propiedad privada.Sin embargo, para que esto suceda, los ciudadanos deben tener ciertas cualidades que les permitan elegir bien a sus gobernantes, tratarse con respeto y vivir en sociedad. Estas cualidades son como herramientas del buen vivir y no podemos vivir bien en una sociedad si no las tenemos. Sería absurdo pedirle a un carpintero que nos fabrique un mueble sin sus herramientas. Pues de igual manera es absurdo pedirle a una persona que sea un buen ciudadano en una democracia sin las cualidades correctas y estas solamente la educación puede dárnoslas. La persona que sabe vivir en una democracia sabe: respetar a los demás, cuidar los bienes propios y ajenos, no dejarse llevar por las pasiones sino que entender antes de juzgar y sabe educarse para velar por el bien común.La mayoría de nosotros entendemos educación como la asistencia a una institución que otorga títulos. Si bien esto es cierto, no es todo: la educación es un proceso, no un título. Consiste en la formación de la razón de una persona. Podemos decir que los seres humanos son los únicos seres en este mundo que nacen sin saber lo que es bueno para ellos. Si nos perdiéramos en la selva no sabríamos por instinto qué comer o cómo orientarnos, situación con la que no se enfrentan otros animales. Pero las personas nacemos con la capacidad de razonar.¿Qué es razonar? La razón, en su definición más básica, es la capacidad que tiene una persona de identificar los diferentes objetos que le rodean en el mundo y describir lo que hace que ese objeto sea ese objeto. Es decir, la razón nos permite ver un árbol, designarle características y separarlo de una piedra. Sabemos que esta última no sirve para hacer un fuego que nos permita cocinar nuestra comida. El uso de la razón es lo que nos permite tener sociedades tan complejas y, al compartir lo que descubrimos con otros miembros de nuestra sociedad, vamos adquiriendo una razón colectiva: un cuerpo de conocimiento compartido que llamamos cultura, ciencia, artes, etc.Sin embargo, la razón, como cualquier otra capacidad, puede usarse bien o mal. Muchos hemos tenido la experiencia de observar cómo un niño se lleva a la boca objetos que no deben ingerirse o llevarse cerca de la boca. Esto sucede porque el niño, a diferencia de nosotros, no ha identificado que un objeto tiene un propósito o que se puede utilizar bien o mal. Nuestra razón tiene la capacidad de identificar cuando hacemos algo bien o mal. Pero para ello, debemos educarla. La educación es, pues, el proceso de enseñarle a la razón a identificar bien los objetos y descubrir qué es lo que hace que un objeto sea ese determinado objeto y no otro.La educación es la formación de la razón. En una sociedad democrática, la educación forma a la razón para que pueda discernir cómo vivir en sociedad y cuál es la mejor forma de proteger la propiedad privada. Esto es lo que llamamos cultura: los ciudadanos deben crear hábitos de: valor por el aprendizaje, la curiosidad intelectual, el respeto por las ideas ajenas, el cuidado del prójimo, así como dice el manifiesto de #RespetoYa:Queremos una libertad de acción para que todos los guatemaltecos podamos buscar la felicidad en una sociedad donde se respete la propiedad privada (las ideas de cada persona, los frutos de su trabajo y su capacidad de ser cada día mejor), donde se le facilite a las personas ser mejores cada día y donde puedan encontrar el apoyo necesario en las dificultades que enfrentan.Buscamos construir una sociedad donde la norma sea que todos los guatemaltecos vivimos como hermanos, buscando apoyar a nuestro prójimo: la familia, los amigos y nuestros conciudadanos.Nos comprometemos con vivir según los siguientes valores:

  • Cariño: actuamos con cortesía hacia los demás, intentamos mostrar un sincero afecto hacia las personas por ser personas, no porque nos vayan a tratar mejor o esperando algo a cambio.
  • Compromiso con la verdad: no hablar mal de los demás y entender bien la situación antes de actuar; intentamos informarnos lo mejor posible acerca de las situaciones políticas, sociales, económicas que afectan nuestro entorno.
  • Respeto: nos esforzamos por honrar a los mayores, cuidar los bienes que se nos han encargado, cuidar al medio ambiente y velar por los derechos de los demás.
  • Coraje: nos esforzamos por luchar por los derechos de los demás, proteger al débil y decir siempre la verdad aunque signifique sufrir rechazo o calumnia.

Creemos en los siguientes derechos:

  • Propiedad privada: cada quien tiene derecho al fruto de sus labores, a sus ideas y locomoción, a buscar proteger su propiedad.
  • Derecho a la vida: existe el derecho a vivir, a que no nos quiten la vida arbitrariamente.

Si tenemos una educación (un proceso, no una institución) que forme a los ciudadanos en estos valores, será la mejor garantía de que se proteja la propiedad privada y que todos podamos vivir en paz y armonía. Nunca olvidaré las palabras talladas en piedra por encima de la entrada a la biblioteca pública de Boston:The Commonwealth requires the education of the people as the safeguard of order and liberty [La Comunidad requiere la educación del pueblo como resguardo del orden y la libertad]Las personas deben creer firmemente en los valores democráticos para que la sociedad democrática se sostenga. Sin un correcto uso de la razón, los seres humanos no podemos aspirar a lo mejor de nosotros mismos. La razón se usa correctamente solamente después de un proceso educativo riguroso y que sigue a lo largo de toda la vida. Somos personas y, como tales, vivimos en sociedad. Esa sociedad debe ser el mejor ecosistema para que podamos alcanzar nuestro máximo potencial intelectual, social, espiritual y físico. Creemos que la democracia es el mejor sistema para lograr esa meta noble, pero debe ser una democracia que proteja la propiedad privada.