Dos cosas que debes entender para ser libre

Hay un cuento que se llama “Vuelva usted mañana” que captura la frustración que muchos quienes vivimos en un país subdesarrollado sentimos con las organizaciones gubernamentales o las ineficiencias en el trabajo de la gente. ¿Quién no se ha quejado de que el plomero no llega el día que prometió? ¿O de tener que volver una y otra vez a una oficina del gobierno para realizar un trámite sencillo? Los dolores de cabeza con estas situaciones son interminables.

Recuerdo una historia que narraba una amiga que una mañana tuvo que ir al registro de las personas de su país para pedir que emitieran su documento personal. Entregó la información y cuando le preguntaron si estaba casada dijo que sí. “¿Su esposo ha fallecido recientemente?” le preguntó el agente que le atendía. Angustiada, ella llamó a su esposo para ver si algo le había sucedido, pero era simplemente un error en el sistema del registro de las personas. Vaya forma de comenzar el día.

Lo cierto de todo esto es que vivimos en una sociedad que no funciona como debería y, la mayor de las veces, es tal su disfunción que se puede afirmar que no funciona en absoluto. En una sociedad como la nuestra, no son solamente las instituciones las que muestran disfunción, sino que la gente también carece de hábitos de trabajo y capacidad de relacionarse entre sí con responsabilidad. Y es que este es un problema de subdesarrollo. El subdesarrollo es una carencia de hábitos de convivencia, de salud, de inteligencia en los individuos de una determinada sociedad. El desarrollo viene cuando logramos solucionar este problema y creamos sociedades donde se pueden adquirir estos hábitos de vida.

Entonces, ¿cómo logramos el desarrollo? La respuesta está en la definición de dos conceptos clave:

  1. debemos comprender qué es el desarrollo humano y;
  2. responder: ¿qué permite que suceda?

Vamos a responder al primer punto. El desarrollo humano es un llamado que la ley natural inscribe en el hombre. Es un llamado a perfeccionarse y a alcanzar su máximo potencial. Así definido es fácil comprender que el desarrollo sucede en y desde los individuos que se comprometen a vivir ciertos ideales y luchan por alcanzarlos. Ciertamente, desde este punto de vista, el auténtico desarrollo es un ideal inalcanzable. Sin embargo, es posible ir acercándose poco a poco a él, aunque jamás sea un proyecto “terminado.”

Pero porque es un llamado a la perfección, el desarrollo no es simplemente salir de la pobreza. El desarrollo es un estado donde el hombre vive en armonía perfecta en su entorno, es un ser perfectamente ecológico que es capaz de orientar la naturaleza y llevarla hacia su verdadero sentido. Si llegara a suceder el desarrollo perfecto (el cual muchos llamamos una utopía o sociedad ideal), todos los males desaparecerían: no habría pasión desenfrenada, habría orden completo, habría un total dominio del universo.

Vamos ahora al segundo punto. Desarrollo sucede, entonces, con una educación sólida que permita que los individuos adquieran buenos hábitos de trabajo, responsabilidad hacia sí mismos y los demás, capacidad de convivencia, capacidad intelectual que les permita adquirir destrezas complejas para ser productivos en la economía contemporánea. Estos hábitos permitirán que haya relaciones entre los individuos que crean hábitos de crecimiento intelectual, social, físico y espiritual.

Está claro que esto no puede suceder si no hay instituciones naturales fuertes. Las instituciones naturales son las que surgen por la misma naturaleza del hombre: la religión, la familia, las amistades, las organizaciones cívicas de recreación, las empresas. Todas estas organizaciones son las que no utilizan la fuerza o la coerción para llevar a cabo sus misiones. Estas instituciones son las que permiten que las personas se lleven bien, aprendan, crezcan intelectualmente y puedan ir perfeccionándose cada vez más. Claro, estas instituciones no florecen, al menos en sociedades que aún no se han desarrollado, sin el respaldo del Estado, que garantiza la propiedad privada: el derecho que tiene cada persona a su propio ser y al fruto de sus labores.

Con una respuesta clara, pues, a lo que es el desarrollo humano y qué es lo que permite que suceda, logramos crear puntos de partida que nos permitan ir hacia un desarrollo integral y no solamente “salir de la pobreza.” Si no tenemos los cimientos para una sociedad que permita que los individuos dentro de ella adquieran hábitos de convivencia y de crecimiento personal, no podremos lograr un desarrollo que sea digno de los seres humanos, donde los medios económicos y sociales están orientados a servir a las personas y no al revés. Por eso, cada quien, desde donde esté, puede ser parte de la solución comprometiéndose a desarrollar estos hábitos personales.

Tienes que escuchar esto…

Dedicado a mi abuelo Félix, ejemplo de fortaleza.

Durante varios años, un hombre se enfrentaba al espejo inmediatamente después de despertar y se decía a sí mismo: “Todas las dificultades son oportunidades para aprender a ser una mejor persona.”

Un día, llegaron sus emociones a intentar apoderarse de él. El enojo le decía: “Grítale a quien te falta el respeto.” La tristeza le decía: “Nada en esta vida vale la pena.” La euforia le decía: “Vive hoy y no pienses en mañana.” Sin embargo, el hombre solo las observaba y guardaba silencio, inmóvil ante las solicitudes de sus pasiones.

Luego llegó la escasez económica. Día a día, el hombre temía morir de hambre, pero su ingenio le permitía aprovecharse de las circunstancias y aprender para no desfallecer. Así, conseguía trabajos y se las ingeniaba para sobrevivir.

Después, el hombre tuvo mucho dolor físico por una caída que sufrió. Pasó meses volviendo a aprender a caminar y a hacer tareas que antes eran fáciles. Sin embargo, el hombre experimentó lo que era el cariño y la compasión de sus queridos, que lo acompañaron durante todo el proceso y cuidaron de él.

El hombre vivió en paz y felicidad hasta el final de sus días.

No cabe duda de que las cosas que nos decimos a nosotros mismos tienen poder: de cambiar la forma en la que percibimos la realidad, de determinar lo que nos hace felices o infelices. Día tras día, tomamos decisiones conscientes o inconscientes de cómo vamos a interpretar los eventos en nuestras vidas. No hay duda de que, en nuestros corazones, esta historia que formamos de nosotros mismos determina si somos felices o no.

Vivimos en un mundo publicitario donde los medios y las personas que nos rodean nos bombardean e intentan capturar nuestra atención. Estos medios intentan convencernos que su narrativa es verdad. Hay muchas narrativas que cuentan estas fuentes: de guerras, de los diferentes productos que harán que la vida sea mejor, de cómo una ideología es mejor que otra, cómo una determinada persona es un payaso o un mal líder; pero todas influyen sobre la narrativa o historia que nos contamos a nosotros mismos. Si no desarrollamos nuestra propia narrativa acerca de nosotros mismos, corremos el riesgo que alguien más nos la cuente. He aquí el peligro de no tener una historia o narrativa propia.

Dentro de cada uno de nosotros, existen tres diferentes tipos de narrativa que nos decimos a nosotros mismos: la de la víctima, el superhombre o el filósofo. Cada una de ellas tiene diferentes características y diferentes efectos en nosotros. Estos efectos determinan cómo interpretamos los eventos en los que participamos.

  1. La narrativa de víctima elige no ser responsable de su vida. Cree que ha nacido bajo ciertas circunstancias que no puede cambiar y que ve como injustas. Obliga constantemente a los demás a adaptarse a su forma de ver la vida. Tiende a enajenar a quienes se oponen a su forma de ver la vida. La víctima no se comunica bien porque espera que los demás entiendan que está discapacitada y que hagan las cosas por ella. Busca dominar a los demás a través de manipulación emocional o física y busca, inconscientemente, decepcionarse y confirmar que su vida es un fracaso porque las circunstancias en las que nació le han impedido lograr sus metas.
  2. La narrativa del superhombre es distinta a la de la víctima porque se considera fuerte para salvar a la víctima de las miserias. El superhombre considera que ha sido elegido para mejorar al mundo y sacarlo adelante. Solo él tiene las fuerzas para hacerlo y, por lo tanto, acrecienta su ego. Corre el riesgo de que su ego se convierta en una nube que cubre todo lo demás porque su voluntad adquiere prioridad por encima de la de los demás.
  3. La filosófica es la última de las tres narrativas y la superior, la que asegura que tendremos felicidad. Esta narrativa busca observar la verdad de las situaciones y, a través de prueba y error, elaborar principios básicos de comportamiento. Busca ser comprensiva consigo misma pero también se exige y se lleva a sí misma a buscar más allá de lo obvio o de lo cómodo. Esta actitud de búsqueda produce profunda satisfacción en la persona que la adopta.

La personalidad de una persona es compleja e inagotable. Un ser humano es irreducible, claro, a simples narrativas. Pero estas tres narrativas son conceptos que nos pueden ayudar a analizarnos a nosotros mismos y vivir una vida mejor orientada hacia las metas personales que tengamos. Podemos ser cada día mejores y elaborar a consciencia nuestra narrativa de vida que responde a la pregunta: ¿quiénes somos y para qué hemos venido al mundo? Al final de nuestros días, solo una persona debe y puede responder a esa pregunta: nosotros mismos.

Si haces esto no tendrás preocupaciones

Estos días me he dispuesto a vivir un experimento: antes de dormir, apunto en mi cuadernillo lograr al día siguiente al menos una cosa, por más pequeña que sea, que me vaya a hacer una mejor persona.

Hoy esa cosa fue meditar y leer un pasaje de un libro que estoy leyendo.

Sin embargo, pronto me di cuenta de que lograr el resto de las metas que me había puesto para el resto del día fue más fácil: hice ejercicio, desayuné bien, salí a tiempo de mi casa, tuve una reunión con mi equipo y ahora estoy sentado escribiendo. Todas ellas cosas que quería lograr a lo largo del día.

Creo que lo que revela este simple experimento es que ser mejor es un proceso incremental y no una transformación al estilo san Pablo que, aunque envidiable, poco probable.

En mi vida he encontrado muchas formas de sabiduría de vida, todas de ellas respondiendo a la pregunta: ¿cómo lograr la felicidad? En mi día a día, la gente se acerca a hacerme esa misma pregunta con afán de discutir y compartir ideas. Lo mismo haré hoy aquí. Creo que la felicidad depende de tres hábitos que debe formar una persona:

  1. responsabilizarse por su vida y sus acciones todos los días, minuto a minuto;
  2. decidir todos los días vivir según unos valores y principios desarrollados a conciencia y a a base de la experiencia;
  3. vivir una vida auto examinada.

En lo personal, intento vivir creando estos tres hábitos todos los días. Unas veces lo logro, otras fracaso rotundamente, pero en general puedo decir que tengo una satisfacción profunda con las decisiones que tomo y con el rumbo que lleva mi vida. Hay muchas formas prácticas de desarrollar estos tres hábitos. Les comparto la que yo uso:

  1. veo cuáles son las áreas de mi vida en donde actúo y donde tengo incidencia: mi físico, mental, espiritual, profesional y social. Luego me imagino que soy un personaje en cada área de mi vida e intento imaginar cómo actúa el héroe en cada una de esas áreas. Por ejemplo en el área física el héroe es alguien quien busca tener su cuerpo sano, hacer ejercicio, intentar interactuar con la naturaleza cuando sea posible, etc. En el área mental, el héroe es alguien quien sabe usar sus destrezas mentales para adquirir habilidades y destrezas que le hagan mejor en su trabajo: aprender un programa de computación, destrezas de liderazgo, etc. También significa que es una persona culta y que sabe de filosofía, historia, literatura, tecnología, política, etc., y cómo se relacionan estas materias unas con otras. Cuando tengo la imagen del héroe, establezco metas para cada día según el ideal que me he propuesto. Ejemplos de metas en cada área de vida:
    1. hacer ejercicio intenso durante media hora tres veces al día;
    2. publicar un artículo en la prensa internacional;
    3. aprender un idioma;
    4. ir a las ceremonias de culto de la religión que practico.
  2. Con estas metas y estos ideales redacto un manifiesto: una pequeña constitución de unas 5-10 oraciones que describen los valores que yo tengo en mi vida y que son la guía que utilizo para actuar. Intento leer este manifiesto unas cuatro veces al día. Planteo uno aquí de ejemplo:
    • «Estar agradecido con lo que tengo. Estar presente en lo que hago y entregado a ello. Tener una disposición alegre para alegrar a los demás. Siempre entender antes de juzgar. El propósito de todas mis actividades es el desarrollo de las personas que me rodean y su crecimiento personal. El uso y el desarrollo del intelecto son fundamentales para cuidar y desarrollar mi entorno.»
  3. Con estas herramientas me propongo metas mensuales, semestrales y anuales y las reviso una vez al año para asegurarme de que esté siguiendo mi plan.

Creo que utilizando este método, desarrollado por Stephen Covey y mejor detallado en Los siete hábitos de la gente altamente efectiva, podemos llegar a desarrollar destrezas de vida que nos ayuden a ser mejores y orientar una vida hacia la felicidad.

Si sucediera esto…

Podría visualizarse un movimiento llamado #respetoya (o algún nombre llamativo, fácil de mercadear), el cual empieza un 25 de agosto de 2017 y donde varios jóvenes de diversas inclinaciones políticas se reúnen para proponer un cambio duradero. Saben que no podrá ser un movimiento que lleve a las plazas y que unas semanas después esté muerto. No podrá ser un movimiento que se queje y que alce la voz cuando un comisionado u otro sea desterrado. No podrá ser un movimiento que lamente, que critique ni que recrimine. Deberá ser un movimiento que proponga a la ciudadanía a vivir una vida ordenada hacia el bienestar y el bien común.

Estos jóvenes se reunieron en una de las muchas universidades del país, o en algún café de las varias zonas de la ciudad. No se distingue que pertenezcan a alguna clase social particular: son de diversos orígenes pero les arde el corazón por ver a una Guatemala fundada sobre principios, no caudillos ni mouvances políticas o económicas: no hay caciquismo, no hay gremialismo, no hay grupos de interés. En el calor de la situación, empieza la reunión con una discusión ávida acerca de lo que de verdad se debe hacer: mover a la ciudadanía a vivir una vida basada en ideales que, en el largo plazo, nos lleven a ser una gran patria.

Uno de los jóvenes quien convocó la reunión empieza proponiendo la siguiente agenda:

“Muchá, hoy tenemos que empezar el cambio, no podemos quedarnos con la situación actual: si seguimos enfocándonos en las siguientes elecciones, en defender los derechos de cada grupo socioeconómico, no solo seguiremos siendo un cero a la izquierda en el escenario geopolítico sino que nadie podrá aguantar la vida en este país sumido en la pobreza y, peor aún, la tristeza”

En un murmullo de aprobación, el resto del grupo asintió. Algunos bebían café, otros agua o rosa de Jamaica, incluso algunos preferían cerveza o vino. En el sitio se sentía una vibra de anticipación cargada de ganas de actuar. El presidente de la dichosa asamblea siguió su discurso:

“Por eso hoy le pedí a cada uno de ustedes que viniera, para compartirles el deseo que mueve mi corazón y que me ayuden a pensar en cómo llevar a cabo un proyecto que llevo desde hace muchos meses pensando. Los guatemaltecos tenemos hambre y sed de justicia, sí, pero también de crear un hogar donde podamos vivir en paz y armonía. Día tras día, vemos que en este país se reúnen grandes empresarios, miembros del gobierno y de la comunidad internacional a intentar levantar la patria diseñando propuestas económicas, planes de prosperidad, iniciativas contra la corrupción. Nada de lo que hemos hecho en los últimos años ha servido, ¿por qué? Amigos, siento que nada de lo que hacemos sirve porque la base está mal: si los cimientos sobre los que construimos no son sólidos, no debe sorprendernos que el edificio entero se derrumbe. Hoy quiero que meditemos acerca de cuáles son los cimientos y qué es lo que debemos hacer una vez los hayamos puesto.”

Dio un sorbo a su vaso de rosa de Jamaica, acentuó la pausa y siguió:

“Las bases para construir una patria sólida son los valores que cada uno, en su corazón y sus comunidades, decide día tras día vivir. Guatemala está divida porque los guatemaltecos desconfían los unos de los otros. Por eso creo que lo que realmente nos va a sacar adelante hoy y siempre es que propongamos, cada uno en su comunidad, a vivir según ciertos valores. Hoy traigo un bosquejo que quisiera compartir con ustedes acerca de los valores que opino que deberíamos proponernos a vivir. Quisiera que los reflexionáramos juntos y pensáramos cuál es la mejor forma de llevar estos valores a cada una de nuestras comunidades.”

El joven entregó unas hojas impresas con el siguiente texto:

Código de valores ciudadanos para una mejor Guatemala

Buscamos lo siguiente:

  1. Queremos una libertad de acción para que todos los guatemaltecos podamos buscar la felicidad en una sociedad donde se respete la propiedad privada (las ideas de cada persona, los frutos de su trabajo y su capacidad de ser cada día mejor), donde se le facilite a las personas ser mejores cada día y donde puedan encontrar el apoyo necesario en las dificultades que enfrentan.
  2. Buscamos construir una sociedad donde la norma sea que todos los guatemaltecos vivimos como hermanos, buscando apoyar a nuestro prójimo: la familia, los amigos y nuestros conciudadanos.
  3. Nos comprometemos con vivir según los siguientes valores:
    1. Cariño: actuamos con cortesía hacia los demás, intentamos mostrar un sincero afecto hacia las personas por ser personas, no porque nos vayan a tratar mejor o esperando algo a cambio.
    2. Compromiso con la verdad: no hablar mal de los demás y entender bien la situación antes de actuar; intentamos informarnos lo mejor posible acerca de las situaciones políticas, sociales, económicas que afectan nuestro entorno.
    3. Respeto: nos esforzamos por honrar a los mayores, cuidar los bienes que se nos han encargado, cuidar al medio ambiente y velar por los derechos de los demás.
    4. Coraje: nos esforzamos por luchar por los derechos de los demás, proteger al débil y decir siempre la verdad aunque signifique sufrir rechazo o calumnia.
  4. Creemos en los siguientes derechos:
    1. Propiedad privada: cada quien tiene derecho al fruto de sus labores, a sus ideas y persona, a buscar proteger su propiedad.
    2. Derecho a la vida: existe el derecho a vivir, a que no nos quiten la vida arbitrariamente

Uno de los participantes en la conferencia propuso que se repartieran en grupos de tres o cuatro a idear propuestas de cómo construir un movimiento de valores ciudadano.

Y así fue como nació #respetoya, una organización de liderazgo y valores ciudadana que se organiza a nivel comunitario: por zonas y barrios de la bella ciudad de Guatemala de la Asunción, con aras de convertirse en un movimiento nacional. En sus comunidades, los jóvenes se reúnen una vez por semana y discuten el bien que han intentado hacer, cada uno según sus posibilidades, y el bien que quieren lograr para la siguiente semana. Leen el código de valores y se apoyan mutuamente para vivir y crear una sociedad de cariño y respeto. Asisten a la convención semestral de #respetoya, donde se premian los mejores esfuerzos por mejorar nuestra sociedad.

De este movimiento han surgido, a lo largo de los años, grandes líderes de la nación, quienes promueven la vida de virtud y de esfuerzo. Los guatemaltecos son reconocidos a nivel internacional por ser un país innovador, productivo, con alta calidad educativa, pero sobre todo, un país donde la gente se ayuda mutuamente y donde el cariño es la piedra angular.